LAS FANTASÍAS PERVERSAS Y TRANSGRESORAS VISTAS POR OTROS ARTISTAS No es el hecho en sí lo sorprendente, sino la existencia de una línea espiritual que conecta la antimodernidad agresiva y necia de Barbey con nuestra arbitrariedad postmoderna.
No deja de sorprender que Félicien Rops haya sido el ilustrador de las narraciones de Barbey. Rops, belga de nacimiento, había dibujado el frontispicio de una selección poética tomada de Las flores del mal. Fue censurado y prohibido en Francia. Su dibujo para Las diabólicas, tardía obra maestra de Barbey publicada en 1874, constituye una simbiosis de las principales obsesiones del decadentismo literario que es, a veces sin pro ponérselo. LA ESFINGE,así es el titulo de la ilustración de Rops amalgama el miedo el miedo
existencial,el enigma de la muerte,una amenaza perpetua y una sexualidad que se percibe como seductora y,a la vez,peligrosa y distorsionada.UNA MUJER DESNUDA ABRAZA VOLUPTUOSAMENTE A LA ESFINGE.. A sus espaldas, un diablo, de los que visten traje y traen lentes, observa la escena. Su postura expresa curiosidad y satisfacción al mismo tiempo. Los tres actores forman un conjunto, son interdependientes; inclusive la figura diabólica no se aparta, sino parece nacer desde el cuerpo de la Esfinge. Se exterioriza, curiosamente con la ayuda de un procedimiento oriental, el primer gran enigma de la filosofía occidental, incontestable, el que Rubén Darío, el más brillante heredero de los decadentes franceses en lengua española, formularía de manera insuperable: “Y no saber a dónde vamos, ni de dónde vinimos.” “SANTA TERESA COMO FILÍSOFA”, la mística española, desnuda, se aferra al
crucificado. Ambas figuras apenas se estilizan: demacrado e indefenso el hombre clavado a la cruz; carnosa, fuerte y sensual la mujer que se enreda con el cuerpo magro del posible Nazareno. “Hipocresía”, probablemente un título apócrifo, expone un trasero femenino voluminoso grotescamente cubierto por una máscara. "EL CALVARIO" una de las obras más expresivas de Rops, retoma el motivo del crucificado. Una mujer atada a una cruz invisible, bajo un Cristo-Fauno de rasgos satánicos, quien la estrangula con sus piernas de chivo, enredándola en su propia cabellera. Hay un movimiento cruzado en el dibujo: El pene erecto del Cristo punta hacia arriba, hacia el cielo, su mirada, cínica y cruel, se dirige, más que a la mujer torturada, hacia el infierno.
Escandalosos como los dibujos de Rops, blasfemos muchas veces, son los cuentos de Barbey. Al mismo tiempo irreales, orgiásticos e hiperbólicos, como las extravagancias eróticas del Divino Marqués. Grotescas también, involuntariamente cómicas muchas escenas, como la muerte de la duquesa de Arcos de Sierra Leona en “La venganza de una mujer.” En sus últimos días, “uno de sus ojos había saltado bruscamente de su órbita, y había caído a sus pies, cual una moneda”. Cuentos exagerados, crueles y extremosos, como la historia de una dama noble aficionada a los juegos de naipes, la que sólo de malas ganas interrumpe el partido para dar a luz a su bebé. Exagerado, ególatra y cruel como la religiosidad de Barbey que se retuerce en las imágenes de la Inquisición española, que se excita con la flagelación que pretende ahuyentar las tentaciones, que se fascina con monjas y místicas que se casan muy carnalmente, y sin distinguir, con Cristo y Satanás, que, si pudiera escoger, preferiría el pecado grandioso que se comete libre y convencidamente, a la santidad. Félicien Rops. Un simbolista transgresor, 1833-1898
Sus personajes están unidos a la cultura del siglo XIX y una sociedad obsesionada por el sexo, la mujer y el mal demoniaco, que el artista fantasea en su obra. Ofrece imágenes crudas, que sacan a la luz lo que la sociedad ha demonizado. No es un pintor de masas. Su imaginación y sus temas son excepcionales y se mueve en los círculo exquisitos de París'. Rops comparte con Baudelaire no sólo la poética del mal, las drogas, la heterodoxia y lo demoníaco, sino también la pasión por el esqueleto, asociada al deseo sexual. Una relación amor-muerte, propia del mundo simbolista, del que Félicien Rops es uno de los mejores exponentes. Fruto de esa relación entre pintor y poeta nació un aguafuerte (presente en la muestra), frontispicio para la obra «Los despojos» de Baudelaire. Tampoco faltan críticas descarnadas al mundo napoléonico.
No deja de sorprender que Félicien Rops haya sido el ilustrador de las narraciones de Barbey. Rops, belga de nacimiento, había dibujado el frontispicio de una selección poética tomada de Las flores del mal. Fue censurado y prohibido en Francia. Su dibujo para Las diabólicas, tardía obra maestra de Barbey publicada en 1874, constituye una simbiosis de las principales obsesiones del decadentismo literario que es, a veces sin pro ponérselo.
existencial,el enigma de la muerte,una amenaza perpetua y una sexualidad que se percibe como seductora y,a la vez,peligrosa y distorsionada.UNA MUJER DESNUDA ABRAZA VOLUPTUOSAMENTE A LA ESFINGE..
crucificado. Ambas figuras apenas se estilizan: demacrado e indefenso el hombre clavado a la cruz; carnosa, fuerte y sensual la mujer que se enreda con el cuerpo magro del posible Nazareno. “Hipocresía”, probablemente un título apócrifo, expone un trasero femenino voluminoso grotescamente cubierto por una máscara.
Escandalosos como los dibujos de Rops, blasfemos muchas veces, son los cuentos de Barbey. Al mismo tiempo irreales, orgiásticos e hiperbólicos, como las extravagancias eróticas del Divino Marqués. Grotescas también, involuntariamente cómicas muchas escenas, como la muerte de la duquesa de Arcos de Sierra Leona en “La venganza de una mujer.” En sus últimos días, “uno de sus ojos había saltado bruscamente de su órbita, y había caído a sus pies, cual una moneda”. Cuentos exagerados, crueles y extremosos, como la historia de una dama noble aficionada a los juegos de naipes, la que sólo de malas ganas interrumpe el partido para dar a luz a su bebé.
Sus personajes están unidos a la cultura del siglo XIX y una sociedad obsesionada por el sexo, la mujer y el mal demoniaco, que el artista fantasea en su obra. Ofrece imágenes crudas, que sacan a la luz lo que la sociedad ha demonizado. No es un pintor de masas. Su imaginación y sus temas son excepcionales y se mueve en los círculo exquisitos de París'.